Hacia un mundo sin discos.

. viernes, 23 de enero de 2009
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Podría provocarnos un dolor nostálgico, pero como se venden caros no se van a echar de menos: los discos compactos se despiden y también la forma ya obsoleta a la cual accedíamos a la música, pagando por ella. Este detalle de cambio de formato (antes una oportunidad de reimpulsar años y años de catálogos) es un síntoma de un montón de otras cosas que afectan toda la cadena de producción de la industria del entretenimiento.
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Es a tal nivel, que podemos imaginar a Chris Martin, vocalista de Coldplay, en cama desayunando con Gwyneth a su lado. Suena su móvil. El cantante contesta y solo se remite a afirmar con gruñidos. Corta. La mujer, con una taza de té verde en las manos, le pregunta: "¿Y ahora qué?"
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"Era el contador. Tenemos que irnos de gira otra vez".
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"Pero, ¿por qué?", pregunta ella intrigada. "Tienes nominaciones al Grammy, eres más famoso que Bono, estás casado conmigo... MTV, los Brit Awards... millones de copias vendidas de tu disco..."
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"No nos alcanza".
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"Pero, ¿y el Itunes? La gente está pagando por bajar temas..."
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"No es lo mismo. Los discos siempre fueron más plata. Tenemos que salir de gira otra vez"
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"Pero Chris..."
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"¿Quieres esa maldita isla en Grecia?"
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"Claro que la quiero"
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"Entonces, no jodas, voy de gira"
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A miles de kilómetros de distancia, en un largo y enjuto país sudamericano conocido apenas por tener buenos vinos de medio precio en los supermercados ingleses, los medios locales informan que Coldplay vuelve a menos de dos años de su primera visita, esta vez con un show grandote, de estadio, no la presentación indecente en el inaceptable Espacio Riesco.
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Paralelamente, se informa que nuevamente vuelven Iron Maiden, Keane y Backstreet Boys. Radiohead, por su parte, se atreve por vez primera a realizar dos presentaciones en este extraño país fanático de sus discos más antiguos (los que ellos ya no tocan en vivo). Los telonean Kraftwerk, el cuarteto pionero de la electrónica que hizo ya una memorable presentación hace unos años en el Víctor Jara.
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Todo lo anterior casi olvidando que tenemos encima, en enero, la visita de Elton John con James Blunt, y que Peter Murphy se presenta a mediados de ese mes en el Caupolicán.
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Entonces uno mira y se percata de que no es sólo el cartel. Porque todos esos eventos tienen ya una buena cantidad de entradas vendidas. La primera de Radiohead, recordemos, ya se agotó.
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Es el mundo sin discos que ya está acá. Por una parte, como los artistas ya no se pueden echar en sus cómodos sillones dentro de sus enormes mansiones a esperar el balance de los millones de discos que venden, deben salir a tocar. Menudo favor que le hacen a los espectadores de latitudes castigadas.
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Por otro lado, se confirma el interés de la gente por la música, inversamente proporcional a la venta de discos, pero que se soluciona bajando lo que se quiere escuchar. Al final del camino, el espectador paga la entrada a una presentación (a crédito si es necesario). La relación con el artista es cada vez más directa. El peaje te lo cobran igual al final.
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El único detalle que no me resulta tan agradable en esa ecuación, a mi entender, es cómo se escucha la música por estos días. Si bien los reproductores digitales gobiernan y la gente va en su propio mundo entre dos audífonos peligrosamente altos, las canciones se están escuchando en circunstancias que antes eran impensadas (¿recuerdan lo que dijo Lou Reed al respecto?): por fragmentos en un ringtone telefónico, por fragmentos en las pinchadas de un dj. Ya no es usual en un equipo de música decente, con ecualización equilibrada, a volumen alto pero no estridente y con la canción completa... tema para otro posteo.
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Chris Martin, la isla en Grecia, su mujer y el té verde, Oxfam, el disco en digipack ecológico. Nada funciona si no se capitaliza. Vamos tocando. Es el fin del disco.
Autor Pato Cuevas, "Hacia un mundo sin discos".
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Con este articulo de Pato Cuevas queda clara la prescindencia de los medios impresos... algo que se veía venir hace tiempo. Y respecto al valor agregado del disco físico y carátulas ("el arte" como algunos lo llaman), el valor agregado que le añadían a la música ahora tiende prácticamente a cero, pues se descarga más de lo que se escucha.
Es tanta la música disponible online y "gratis" que simplemente no te da la oreja para poder escucharlo todo. Finalmente la compra de discos se está transformando en un lujo para coleccionistas obsesos a discos compactos, un verdadero fetiche.
La tecnología fue devastadora con los discos, como las cámaras digitales lo fueron con las tiendas de revelado. Eso si, las plataformas físicas seguramente seguirán renovándose, pues tenemos la tendencia a poseer y coleccionar recuerdos como un álbum de fotos familiar; es algo inevitable.
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